Somos
dueños de una poderosa herramienta: la escritura
Gracias
a la invención de la imprenta a base de tipos móviles por parte del alemán
Johann Gutemberg, la palabra logró quedar impresa a mediados del siglo XV, el
hombre alcanzó otro hito evolutivo en su largo proceso de hominización y de
expansión de la cultura. Por cierto, es importante resaltar que antes, la
palabra se había intentado conservar y difundir a través de otras formas; por ejemplo,
en tablillas de arcilla blanda primero por parte de los sumerios y en papiros y
pergaminos después. A partir de este momento, la escritura puede traer a
presencia todo el conocimiento que han alcanzado las generaciones pretéritas,
puede dialogar con los que ya no están y con los sujetos del presente.
En
este contexto, es necesario provocar e incentivar la crítica y la autocrítica a
los agentes educativos en cuanto a las prácticas
de
lectura, escritura y comunicación oral que promueven, y a sus propias como
usuarios de la lengua. La alfabetización que reciben las nuevas generaciones es
deficiente pues no asegura el acceso a la cultura letrada. El iletrismo afecta
a gran parte de los egresados del sistema educativo, actuales o futuros
ciudadanos, quienes, a pesar de haber recibido en su juventud y en la escuela
el diploma de "alfabetizados", no han desarrollado ni el gusto ni las
competencias necesarias como lectores, escritores y hablantes que les aseguren
su participación en la vida ciudadana.
El
problema de la lectura va unido, indefectiblemente al de la escritura. Se
comprende mejor el texto escrito cuando el usuario es también un escritor y,
como tal utiliza diversas estrategias y recursos para hacerse comprender por el
lector y viceversa, un escritor se forma como tal a través de múltiples e
inacabables lecturas en las cuales va descubriendo estrategias, estilos y
recursos para hallar la propia manera de “decir su palabra”. Al mismo tiempo,
la comunicación oral es imprescindible para el desarrollo de las situaciones de
lectura y escritura pues contar, comentar, discutir, argumentar permite una
mejor interpretación del texto o una más ajustada escritura.
El
lenguaje puede ser muy fácil, pero también muy difícil de aprender:
Es
fácil cuando: Es difícil cuando:
Es
real y natural Es artificial
Está
integrado Está fragmentado
Tiene
sentido No tiene sentido
Es
interesante Es aburrido
Le
pertenece al alumno Les
pertenece a todos
Es
parte de un hecho real Está
fuera de contexto
Tiene
utilidad social No
tiene valor social
Tiene
un propósito para el alumno No tiene
ningún propósito
verificable
El
alumno elige utilizarlo Es
impuesto por otros
Es
accesible al alumno No
es accesible
El
alumno tiene el poder de utilizarlo /El alumno carece de ese poder.
El lector y el escritor frente al poder de la Palabra
Los
que integramos una sociedad letrada, no podemos concebir la vida sin la
escritura, porque ella es una herramienta que usamos cotidianamente, aunque es
válido reconocer que las demandas de las sociedades orales primarias se veían
satisfechas con la palabra hablada, los miembros de esas sociedades reconocían
a la palabra como
otorgadora de poder: no cualquiera podía hablar, no cualquiera podía escuchar;
cada individuo sabía sólo lo que era capaz de recordar. La memoria era entonces la
protagonista principal o, mejor dicho, quienes la poseían.
La
aparición de la escritura marcó una ruptura con respecto a las formas de
concebir la palabra porque ella permite “establecer fuera del pensamiento lo
que en realidad sólo puede existir dentro de él” hoy la escritura constituye
una actividad privilegiada de las sociedades contemporáneas, que excede
ampliamente el papel de ayuda memoria.
Algunas
consideraciones importantes respecto al papel de lector y escritor se pueden
describir de la siguiente manera:
El
lector construye el significado mientras lee: para ello y utiliza la
experiencia y los conocimientos previos para darle sentido a lo que lee.
El
lector predice, selecciona, confirma y se auto corrige a medida que intenta
encontrarle sentido a la palabra impresa; es decir; formula hipótesis acerca de
lo que ocurrirá en el texto.
Controla
su propia lectura: para ver si le gusta o necesita corregirse y seguir
encontrándole sentido a lo que lee. La lectura efectiva tiene sentido, el
lector eficiente lee con un mínimo de esfuerzo, los lectores rápidos comprenden
mejor, son efectivos y eficientes en el procesamiento de la información.
El
escritor incluye suficiente información para que sus lectores comprendan lo que
escribe; la escritura efectiva tiene sentido para la audiencia a la cual se
dirige, la escritura eficiente es comprensible.
En
el lenguaje escrito, interactúan tres sistemas lingüísticos: el grafofónico: secuencia
de sonidos y letras, el sintáctico: estructuras de oraciones y el semántico que
tiene que ver con los significados. Estos sistemas se pueden estudiar de forma
separada, pero deber integrarse en el proceso de enseñanza.
El
escritor, dispone de elementos de carácter estrictamente lingüístico para
construir los mensajes (grafemas) o paralingüístico (signos de puntuación,
espacios, sangrías, negrilla, subrayado, etc.). La información que se trasmite
no se puede complementar con el recurso de códigos extralingüísticos.
El
escritor, exige una planeación previa y una organización cuidadosa. Su
ejecución siempre debe ser posterior a unas etapas previas de planeación. La
planeación debe considerar no únicamente lo que se va a decir, sino también
cómo, para qué y a quién se le va a decir.
Lo
anterior nos recuerda que la lengua escrita es un proceso semiótico complejo
que requiere de unas fases o subprocesos cíclicos, de unos momentos creativos
que no siguen una secuencia lineal. Esas fases pueden denominarse: invención,
redacción de borradores, evaluación, revisión y edición.
El
lenguaje escrito es perfectamente un universo basto, un reducto privilegiado
del ser, un apartado exclusivo de la imaginación, pues todo lo que se escribe
no se agota en el acto informativo; y si bien se desea relatar para informar, o
para describir intensos estados de ánimo, también se narra para vivir, pues
escribir es una pasión, una forma de vida, es vivir en el asombro de la
creación, creación que puede llegar a mediodía, a altas horas de la madrugada,
o bien no llega pronto y nos deja la paciencia y la impaciencia.
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