domingo, 15 de abril de 2018

Una poderosa herramienta: la escritura




Somos dueños de una poderosa herramienta: la escritura

Gracias a la invención de la imprenta a base de tipos móviles por parte del alemán Johann Gutemberg, la palabra logró quedar impresa a mediados del siglo XV, el hombre alcanzó otro hito evolutivo en su largo proceso de hominización y de expansión de la cultura. Por cierto, es importante resaltar que antes, la palabra se había intentado conservar y difundir a través de otras formas; por ejemplo, en tablillas de arcilla blanda primero por parte de los sumerios y en papiros y pergaminos después. A partir de este momento, la escritura puede traer a presencia todo el conocimiento que han alcanzado las generaciones pretéritas, puede dialogar con los que ya no están y con los sujetos del presente.

En este contexto, es necesario provocar e incentivar la crítica y la autocrítica a los agentes educativos en cuanto a las prácticas
de lectura, escritura y comunicación oral que promueven, y a sus propias como usuarios de la lengua. La alfabetización que reciben las nuevas generaciones es deficiente pues no asegura el acceso a la cultura letrada. El iletrismo afecta a gran parte de los egresados del sistema educativo, actuales o futuros ciudadanos, quienes, a pesar de haber recibido en su juventud y en la escuela el diploma de "alfabetizados", no han desarrollado ni el gusto ni las competencias necesarias como lectores, escritores y hablantes que les aseguren su participación en la vida ciudadana.

El problema de la lectura va unido, indefectiblemente al de la escritura. Se comprende mejor el texto escrito cuando el usuario es también un escritor y, como tal utiliza diversas estrategias y recursos para hacerse comprender por el lector y viceversa, un escritor se forma como tal a través de múltiples e inacabables lecturas en las cuales va descubriendo estrategias, estilos y recursos para hallar la propia manera de “decir su palabra”. Al mismo tiempo, la comunicación oral es imprescindible para el desarrollo de las situaciones de lectura y escritura pues contar, comentar, discutir, argumentar permite una mejor interpretación del texto o una más ajustada escritura.

El lenguaje puede ser muy fácil, pero también muy difícil de aprender:

Es fácil cuando:                                       Es difícil cuando:
Es real y natural                                       Es artificial
Está integrado                                          Está fragmentado
Tiene sentido                                            No tiene sentido
Es interesante                                           Es aburrido
Le pertenece al alumno                          Les pertenece a todos
Es parte de un hecho real                     Está fuera de contexto
Tiene utilidad social                                No tiene valor social
Tiene un propósito para el alumno     No tiene ningún propósito  
                                                                verificable
El alumno elige utilizarlo                       Es impuesto por otros
Es accesible al alumno                          No es accesible
El alumno tiene el poder de utilizarlo /El alumno carece de ese poder.

El lector y el escritor frente al poder de la Palabra

Los que integramos una sociedad letrada, no podemos concebir la vida sin la escritura, porque ella es una herramienta que usamos cotidianamente, aunque es válido reconocer que las demandas de las sociedades orales primarias se veían satisfechas con la palabra hablada, los miembros de esas sociedades reconocían a la palabra como otorgadora de poder: no cualquiera podía hablar, no cualquiera podía escuchar; cada individuo sabía sólo lo que era capaz de recordar. La memoria era entonces la protagonista principal o, mejor dicho, quienes la poseían.

La aparición de la escritura marcó una ruptura con respecto a las formas de concebir la palabra porque ella permite “establecer fuera del pensamiento lo que en realidad sólo puede existir dentro de él” hoy la escritura constituye una actividad privilegiada de las sociedades contemporáneas, que excede ampliamente el papel de ayuda memoria.

Algunas consideraciones importantes respecto al papel de lector y escritor se pueden describir de la siguiente manera:

El lector construye el significado mientras lee: para ello y utiliza la experiencia y los conocimientos previos para darle sentido a lo que lee.

El lector predice, selecciona, confirma y se auto corrige a medida que intenta encontrarle sentido a la palabra impresa; es decir; formula hipótesis acerca de lo que ocurrirá en el texto.

Controla su propia lectura: para ver si le gusta o necesita corregirse y seguir encontrándole sentido a lo que lee. La lectura efectiva tiene sentido, el lector eficiente lee con un mínimo de esfuerzo, los lectores rápidos comprenden mejor, son efectivos y eficientes en el procesamiento de la información.

El escritor incluye suficiente información para que sus lectores comprendan lo que escribe; la escritura efectiva tiene sentido para la audiencia a la cual se dirige, la escritura eficiente es comprensible.

En el lenguaje escrito, interactúan tres sistemas lingüísticos: el grafofónico: secuencia de sonidos y letras, el sintáctico: estructuras de oraciones y el semántico que tiene que ver con los significados. Estos sistemas se pueden estudiar de forma separada, pero deber integrarse en el proceso de enseñanza.

El escritor, dispone de elementos de carácter estrictamente lingüístico para construir los mensajes (grafemas) o paralingüístico (signos de puntuación, espacios, sangrías, negrilla, subrayado, etc.). La información que se trasmite no se puede complementar con el recurso de códigos extralingüísticos.

El escritor, exige una planeación previa y una organización cuidadosa. Su ejecución siempre debe ser posterior a unas etapas previas de planeación. La planeación debe considerar no únicamente lo que se va a decir, sino también cómo, para qué y a quién se le va a decir.

Lo anterior nos recuerda que la lengua escrita es un proceso semiótico complejo que requiere de unas fases o subprocesos cíclicos, de unos momentos creativos que no siguen una secuencia lineal. Esas fases pueden denominarse: invención, redacción de borradores, evaluación, revisión y edición.

El lenguaje escrito es perfectamente un universo basto, un reducto privilegiado del ser, un apartado exclusivo de la imaginación, pues todo lo que se escribe no se agota en el acto informativo; y si bien se desea relatar para informar, o para describir intensos estados de ánimo, también se narra para vivir, pues escribir es una pasión, una forma de vida, es vivir en el asombro de la creación, creación que puede llegar a mediodía, a altas horas de la madrugada, o bien no llega pronto y nos deja la paciencia y la impaciencia.

Así, observamos que los pueblos necesitan a sus escritores y estos necesitan de sus pueblos, de sus vidas, para elevarse de allí a lo sublime, a la búsqueda de metáforas, de encabalgamientos, del sentido y de los conceptos más felices para describir el alma de un pueblo.


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